Para qué sirve El Capital: un balance contemporáneo de la obra principal de Karl Marx

Chris Gilbert, Para que sirve El Capital

Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina, Comp. | Varias ediciones: Editorial Trinchera, Botxe, PT México | ¡Consíguelo aquí! |

A continuación presentamos una selección de la introducción de Chris Gilbert al libro Para qué sirve El Capital: un balance contemporáneo de la obra principal de Karl Marx. El volumen incluye ensayos de Vladimir Acosta, Carlos Fernández Liria, Iñaki Gil de San Vicente, Néstor Kohan y Rubén Zardoya.

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El jaggernat -del sánscrito jagannatha, “señor del mundo”- es una enorme carroza consagrada a Krishna, avatar del dios hindú Vishnu, que se arrastra por las calles durante el festival anual de Ratha Yatra. En la Inglaterra del siglo XIX se creyó erradamente que, a forma de sacrificio, los hombres hindúes se lanzaban o empujaban a sus hijos y esposas ante las ruedas de las carrozas. Si en su trabajo periodístico sobre la India Karl Marx se topó con el término jaggernat y lo empleó con la carga propia de su tiempo –es decir, con el horror y el desprecio característicos en la Europa “civilizada” hacia los usos y costumbres de los pueblos “inferiores”–, más tarde utilizaría la imagen en El Capital con un sentido completamente diferente. Así el jaggernat, que en su artículo sobre la Revuelta de los Cipayos de 1857 Marx había asociado con “ritos sangrientos”, se convirtió en El Capital, una década más tarde, en símbolo de la crueldad capitalista. El capitalismo se presentó entonces como el “más mezquino y odioso de los despotismos”, cuyas ruedas trituran la vida del obrero[1]. Lo importante es que, a pesar de su desacierto al interpretar el rito hindú y de su contribución a la reproducción del exotismo orientalista, Marx revirtió su error en El Capital, llevando su proyección a donde debía estar: a la Europa industrializada.

Para el Marx de El Capital, el jaggernat representa al propio capital: el fetiche ante el cual nuestra sociedad sacrifica la vida, el bienestar, los principios, e incluso, en nuestro siglo, el propio planeta. El rasgo principal del jaggernat es su carácter inexorable. En la actualidad, la voracidad implacable del capital se expresa de múltiples formas. Una lista corta y aleatoria incluiría el desprecio por los acuerdos encaminados a frenar el calentamiento global (Kyoto y Copenhague); la negativa a eliminar armas químicas y nucleares (cuyos principales dueños son los países imperialistas y sus aliados); y la persistencia de la tortura (los EE.UU. se niegan a que sus soldados sean sometidos a los acuerdos internacionales y mantienen “black sites” para la tortura, mientras Hollywood entrega Oscars a películas que justifican la “interrogación reforzada”). La carroza capitalista sigue su curso contra viento y marea, y sus ruedas no sólo se ensangrientan con familias asesinadas en “ataques quirúrgicos” realizados por drones sino que también son salpicadas con la sangre de los once millones de niños que anualmente mueren por desnutrición. Quizás Margaret Thatcher haya sido quien mejor entendió la naturaleza inexorable de este monstruo moderno al declarar de forma tajante y cínica: There is no alternative.

Es en El Capital: crítica de la economía política donde Marx se propone exponer la lógica del capital y determinar con precisión qué tipo de inexorabilidad encierra. Su objetivo declarado es presentar “la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna”[2], es decir, precisar en qué medida y a través de qué mecanismos de causalidad estructural o histórica se determina la actividad humana en una sociedad en la que domina el modo de producción capitalista. Efectivamente, la nuestra es una sociedad que asigna roles económicos a los individuos (cosificación que permite tanto a Marx como a Balzac retratar a las personas en “la medida que son la personificación de categorías económicas…”) y que coloca a las mayorías sobre un lecho de Procusto por el rigor con que elimina lo que no engrana con la lógica capitalista. De hecho, esta situación no es muy diferente a la de una posesión demoníaca –nuestra sociedad está poseída por el capital–, y en última instancia la obra de Marx propone la liberación: la emancipación de la camisa de fuerza capitalista que, más que controlar la locura, la impone.

NOTAS

[1] Marx, K.: El Capital: crítica de la economía política (traducción y notas: Pedro Scaron), Siglo XXI,México, 1975, Libro I/3, pág. 805.

[2] Ibid., pág. 8.

Puedes leer la introducción completa de Chris Gilbert aquí.